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Filipinas, epicentro mundial de la pederastia online

Sara Gómez Armas

Manila, 10 jun (EFE).-

Un niño filipino de unos 12 años se contonea sin camiseta al ritmo de la música mientras se baja de forma sugerente el pantalón. El vídeo publicado en una cuenta de Twitter dura solo diez segundos y se corta abruptamente antes de que el protagonista aparezca desnudo.

Para verlo completo hay que seguir la cuenta, atribuida a un tal Alfonso Santos, enviar un mensaje privado y pagar 500 pesos (unos 10 dólares). A cambio, prometen mucho más contenido #baget, etiqueta bajo la que se encuentra fácilmente en las redes infinidad de materiales de explotación sexual de menores.

«Baget» es un término tagalo que significa «muchachito»: Filipinas se ha consolidado como el epicentro mundial de la pornografía infantil en la red, cuyos contenidos se triplicaron entre 2014 y 2017, revela un estudio publicado en mayo por la organización International Justice Mission (IJM).

Los destinatarios son hombres adultos en países desarrollados -principalmente Australia y EEUU- pero el intermediario o explotador es, en el 66 % de los casos, alguien del entorno cercano y de confianza del menor, incluidos sus padres.

La situación se ha agravado con el parón económico y el confinamiento por la COVID-19. En este tiempo, víctimas y explotadores han pasado más tiempo juntos y algunos sitios web han colapsado ante la gran afluencia de visitas.

Entre el 1 de marzo y el 24 de mayo, el Departamento de Justicia recibió 279.166 denuncias sobre explotación sexual de menores online, más del triple que en el mismo periodo del año anterior.

POBREZA ENDÉMICA Y BUEN INGLÉS

«La pobreza endémica, el buen nivel de inglés, un asequible acceso a internet, así como la disponibilidad de sistemas de pago de divisas son las principales razones que han convertido al país asiático en el mayor proveedor de esos materiales en internet», explica a EFE Gideon Cauton, director de IJM en Filipinas.

El exhaustivo estudio de esta organización, fruto de seis años de investigación, muestra que el número de direcciones IP filipinas que proveen pornografía infantil aumentaron un 250 % entre 2014 y 2017, al pasar de 23.333 a 81.723.

Aunque el grupo de edad prevalente en la pornografía infantil es el de entre 12 y 15 años, un 9 % de los casos destapados en Filipinas afectaron a menores de 3 años.

La mitad de las víctimas tienen menos de 12 años y todavía hay una mayoría de niñas, aunque en los últimos años se ha apreciado un aumento de material pornográfico protagonizado por niños.

«Es un crimen que se comete en el hogar, un crimen escondido y difícil de detectar», apunta Cauton. Aunque cuando se identifica un culpable de explotación de menores, enseguida se encuentran más casos en la misma comunidad, generalmente pobre.

Aunque el estudio documenta casos hasta 2017, las autoridades advierten de que el problema persiste en Filipinas, donde en los últimos meses se han llevado varias operaciones de rescate de menores explotados por sus madres.

OPERACIONES DE RESCATE

Gracias a la llamada anónima de un vecino, una madre de 28 años fue arrestada el pasado 27 de mayo en Manila por explotar a cuatro de sus siete hijos -2 niños y 2 niñas de entre 13 y 9 años-, a los que obligaba a realizar actos sexuales en vivo ante la cámara.

También fue detenida una vecina que recibía los pagos del extranjero mediante los centros de recepción de divisas, donde es fácil mantener el anonimato de emisor y receptor.

Filipinas creó el año pasado el Centro Filipino sobre Crímenes contra Menores en Internet (PICACC, en inglés) -único en Sudeste Asiático- en el que están involucrados Policía Nacional, Fuerzas Armadas, Oficina Nacional de Investigación y los Departamentos de Justicia y de Bienestar Social, con el asesoramiento de la IJM.

El PICACC colabora estrechamente con las fuerzas de la ley que persiguen estos crímenes en Reino Unido y Australia, una cooperación vital ya que el 64 % de los casos de explotación online de menores en Filipinas se descubren cuando esos países detienen a un pederasta que poseía pornografía infantil de origen filipino.

Así se pudo detener el 14 de mayo en Angeles a otra madre que subía contenidos sexuales a internet de sus dos hijas, de 14 y 6 años, y de su hijastra de 11 años, gracias a la información compartida por la policía australiana, que halló esos materiales en el ordenador de un depredador sexual.

«Ambas mujeres se enfrentan a la pena máxima de cadena perpetua y una multa de hasta 5 millones de pesos (100.000 dólares)», señala a Efe Sheila Portento, coronel de la policía que codirige el PIACC.

Aunque las autoridades filipinas son más conscientes del problema y destinan más recursos a estas operaciones, Portento destaca los obstáculos para descubrir los contenidos en vivo o streaming, que no dejan rastro en la red.

«Necesitamos más cooperación de los proveedores de internet para encontrar las páginas y de las compañías de redes sociales para bloquear los perfiles que promocionan los contenidos», apunta.

TRAUMA Y CONSECUENCIAS

Ante la magnitud del problema, Save the Children y Unicef acaban de lanzar la campaña #SaferKidsPH (Niños a salvo en Filipinas) para educar a la población sobre los riesgos de esta lacra social y enseñar a los niños a protegerse de posibles abusos online.

Wilma Bañaga, representante de Save The Children, explica a Efe que a menudo son los mismos padres quienes suben fotos o vídeos de sus hijos desnudos y sexualizados ante la «falsa percepción de que no hay abuso», ya que nadie toca al menor.

«Ellos solo ven dinero fácil, no los daños psicológicos que acarrea para el niño, como trauma, depresión o dificultad para entablar relaciones afectivas», aclara.

Además de que sus fotos o vídeos sexuales pueden llegar a millones de personas en el mundo -incluido su círculo de amigos- y son muy difíciles de borrar, con el estigma social que puede suponer y se han dado casos en los que el abuso online pasa a ser offline cuando un depredador se obsesiona con un menor. EFE

#criminologia #estigmasocial #pedofilia #pornografiainfantil

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